“Hay en el perfume una fuerza de persuasión más
fuerte que las palabras, el destello de las miradas, los sentimientos y la
voluntad. La fuerza de persuasión del perfume no se puede contrarrestar, nos
invade como el aire invade nuestros pulmones, nos llena, nos satura, no existe
ningún remedio contra ella.” (El Perfume). (Patrick Süskind).
Alquimistas
La destilación como tantas otras prácticas de
uso en la química habitual, debe su invención a los alquimistas. Los orígenes
de la alquimia pueden situarse en Grecia hacia el año 300 antes de Cristo,
reuniendo contribuciones egipcias y babilónicas. Se han hallado
representaciones en el Antiguo Egipcio que explican la destilación para
conseguir esencias de plantas y flores. En cualquier caso, sabemos que la
destilación era ya conocida en la Antigua Grecia y en la Antigua Roma. Su mayor
apogeo en la antigüedad parece haberse alcanzado en Alejandría entre los años
200-300 después de Cristo, siendo probable que sea en esta época cuando se
inventa el alambique en su estado más primitivo, que los historiadores atribuyen
a María la Judía, Zósimo de Panópolis. María La Judía, María La Profetisa o
Miriam La Profetisa vivió probablemente en el siglo III y fue una de las
primeras alquimistas. Algunas fuentes dicen que María La Judía fue Miriam la
hermana de Moisés y Aarón; otros historiadores la identifican con María
Magdalena. El Baño María es su contribución más conocida. La mención más
concreta de su nombre en el contexto de la alquimia es junto a Zósimo de
Panópolis, alquimista griego de finales del siglo III y comienzos del IV,
nacido en Panópolis en el Alto Egipto, quien escribió los libros de alquimia
más antiguos de que se tenga noticia, conocidos sólo por citas en griego
original, o traducciones en sirio o árabe. Hay pruebas documentales de que los
trabajos de estos alquimistas llegaron a los árabes y los elementos que
utilizaban para la destilación son descritos por Marco Graco en el siglo VIII,
en el que puede considerarse el primer documento histórico sobre la destilación
de vinos, aunque no indica nada sobre las características del destilado
obtenido.
Maria la Judia
A comienzos del siglo IX se
inicia el florecimiento de la alquimia árabe, que recibe la influencia de la
escuela de Alejandría, junto a la de los trabajos realizados por los
alquimistas chinos recopilados por He Hong en el año 300 después de Cristo en
el "Bao Puzi". Los árabes recopilaron los conocimientos de los
alquimistas existentes hasta la época en el llamado "Libro de
Crates". Pero será la obra de Gerber (posible seudónimo de un grupo de
alquimistas árabes), editada hacia el año 850, y que fue traducida al latín con
el título "De Summa Perfectionis", la que traerá a Europa el
pensamiento y los métodos de la química. Es innegable que la destilación para
la obtención de alcohol es un descubrimiento árabe que algunos autores
atribuyen a Ibn Yasid. Este descubrimiento no puede ser anterior al siglo X,
puesto que la enorme obra del filósofo árabe Avicena (980-1037), auténtica
enciclopedia de los conocimientos de su época no menciona el alcohol, aunque sí
describe detalladamente el alambique y relaciona minuciosamente sus
aplicaciones. Por este tiempo Venecia comerciaba establemente con los árabes,
por lo que parece natural que entre los estudiosos de la alquimia y de la
química, existiese el interés por este aspecto característico del
comportamiento de las sustancias. La palabra alcohol proviene del árabe Kohl.
Se trataba de unos polvos negros que se lograban por destilación y tras
solidificar de nuevo a partir de plantas que eran y aún son utilizados como
pintura para los ojos de las mujeres del harén. Cuando el vino comenzó a ser
destilado, dada la similitud del proceso adoptó el mismo nombre, Al Kohl.
"De Summa Perfectionis"
Es indudable que la primera
utilización del alcohol fue como sustancia medicinal. En el año 1.100, la
escuela de Salerno (Italia), distinguía dos formas, el "aqua ardens"
de 60 grados alcohólicos y el "aqua vitae" de 90 grados. En el siglo
XIII, se hablaba ya del "espíritu del vino", origen indudable del
término "espirituosas" con que se generaliza la denominación de las
bebidas alcohólicas. El primer nombre de auténtica importancia en la historia
de la destilación fue Arnau de Vilanova, médico y teólogo catalán, profesor de
la Universidad de Montpellier, quien en el siglo XIII divulgó los secretos de
la destilación del vino en su libro Liber Aqua Vitae. Su tratado sobre vinos y
espirituosos constituyó un manual en su época. Parece ser que de tan encantado
que estaba con los poderes curativos y reparadores del líquido que lo denominó “Aque
Vitae” (de aquí el término francés Eau de Vie). Para él, aquel licor constituía
el elixir de la vida. Su discípulo, el filósofo y químico, Ramón Llul continuó
con sus experimentos y lo llamó Aqua Ardens, agua que arde. Sin embargo, es
imposible no encontrar en tales espirituosas reminiscencias de connotaciones
rituales y mágicas profundamente arraigadas en los mismos orígenes de la
civilización. El médico paduano Michele Savonarola (1384-1462) escribe una obra
"De arte confectionis aquae vitae" extrañándose de que los antiguos
escritores no hablasen del agua maravillosa.
Arnau de Vilanova
Sin embargo, los destilados
obtenidos debían tener un sabor poco agradable, puesto que, para su consumo
medicinal solía macerarse con hierbas o frutas, práctica que continúa aún en
nuestras comunidades rurales, para elaborar licores tradicionales. Hay pruebas
ciertas de que, en el 1.600, la entonces potente Compañía de Jesús, dedicó una
notable atención a los aguardientes. Utilizaban esta bebida para el consuelo de
los que sufren y, casi consecuencia lógica, dedican una parte de sus no escasos
recursos intelectuales, al estudio de nuevas materias alcohólicas y búsqueda de
nuevas técnicas en el campo de la destilación.
Alambique
En 1617, el agrónomo eclesiástico
catalán Miguel Agustí, publica una obra en cuatro volúmenes con el título
"Libro dels secrets d´agricoltura, casa rústica y pastoril" en la que
describe detalladamente un alambique para obtener aguardiente de los orujos. En
1663, su cofrade, el monje jesuita alemán Atanasio Kircher, publica un tratado
de química en el que señala claramente a los orujos como materia alcohólica,
dándole carácter científico a su destilación. En el entorno de la Compañía de
Jesús, las ideas y los descubrimientos tienen libre difusión y parece segura la
cooperación entre el monje alemán y el también jesuita italiano Francesco Lana
Terzi. El hecho de que los científicos se interesaran por la destilación de los
orujos hace pensar que, en esta época, funcionaban muchos alambiques en las
mansiones de los nobles y en las casas de los agricultores, para conseguir de
los orujos y de los residuos del vino después de la fermentación, su riqueza
alcohólica residual, para mejorar un poco la calidad de vida. No debemos dejar
de lado que de la asociación de estos destilados con hierbas y raíces se
obtienen valiosos remedios médicos presentes tanto en la farmacopea oficial
como en la popular. Este desarrollo de la destilación de alcohol pronto llama
la curiosidad de los gobernantes que implantan cargas impositivas, con lo que
los destilados, especialmente el obtenido por destilación de orujos, se dividen
en dos ramas de producción, la legal y la clandestina, la que hasta no hace
mucho, era una forma de conseguir, a un menor precio, un producto calificado de
primera necesidad.
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