El
más antiguo toro cruzó el día,
sus
patas escarbaban el planeta.
Siguió,
siguió hasta donde vive el mar.
Llegó
a la orilla el más antiguo toro
a
la orilla del tiempo, del océano.
Cerró
los ojos, lo cubrió la hierba.
Respiró
toda la distancia verde.
Y
lo demás lo construyó el silencio.
(Pablo
Neruda).
El
Toro de Osborne ha aportado a nuestro imaginario colectivo una de las imágenes
más poderosas del panorama de la gráfica internacional, y la más poderosa a
nivel nacional, nombrada imagen española del Siglo XX: el popularmente llamado
Toro de las carreteras, comercialmente conocido Toro de Osborne, o
familiarmente conocido como el Toro de Manolo Prieto.
Un
toro que, con el paso del tiempo, se comprueba, cada vez más, que ha
sobrepasado cualquiera de sus planteamientos y objetivos previos publicitarios,
hasta convertirse en imagen fundamental de nuestra historia visual, llegando
incluso a ser imagen de España en el extranjero. La razón de todo ello la
podemos encontrar, tal vez, en que cumple la máxima de Cassandre sobre las
condiciones necesarias en la imagen publicitaria que “dirigida al apresurado viandante,
hostigado por un alud de imágenes de todas clases, ha de provocar sorpresa,
violentar la sensibilidad y señalar la memoria de una huella indeleble”.
El
dibujo que Manolo Prieto entregó a Osborne, y el uso que se dio y para el que
había nacido, símbolo de Veterano, fueron superados cuando las primeras vallas
comienzan a instalarse en puntos estratégicamente elegidos de la geografía
española, convirtiéndose en testigos mudos del paisaje, en figuras que
proyectan una de las imágenes más singulares y emblemáticas de nuestra cultura.
A
partir de ese momento y a través de un imparable proceso de apropiación social,
el Toro, se ha ido convirtiendo en un símbolo que sobrepasa su estricta
dimensión publicitaria para convertirse en una referencia estética, una figura
familiar y conocida que acompaña al viajero en su camino por la geografía
española, y fuera de nuestras fronteras anima a los deportistas en sus
competiciones, a los militares en las misiones humanitarias y, en
general, identifica con nuestra tierra a la mayoría de los ciudadanos españoles
en el extranjero.
En
1954, las Bodegas Osborne encarga a la Agencia de Publicidad Azor un anuncio
para promocionar su coñac “Veterano”, una valla publicitaria que se repartirá a
lo largo de la geografía española. En esa época, Manolo Prieto es el Director
Artístico de la Agencia publicitaria, y el encargo recae sobre él. Es en este
momento, por tanto, cuando Manolo Prieto diseña la famosa silueta del Toro, un
Toro desafiante, mirando de frente, atento a lo que sucede en el horizonte.
Su
Toro fue rechazado por Osborne bajo el pretexto de que era más apropiado para
una ganadería. Lejos de rendirse, Manolo Prieto insistió en ir a El Puerto de
Santa María a defender su creación. El artista supo nada más crear al Toro de
la fama que este alcanzaría, así que luchó ante Osborne por sacar adelante su
diseño, tuvo que convencerles de por qué su silueta era buena. Finalmente lo
aceptaron y probaron a ver qué pasaba… Y el resto ya es historia.
La
primera valla publicitaria, el primer Toro, fue instalada en mayo de 1957, en
el kilómetro 55 de la carretera Madrid-Burgos, en la localidad de Cabanillas de
la Sierra. Esta primera silueta tenía 7 metros de altura, 40 metros cuadrados
de superficie y estaba fabricado en madera. En su época dorada, la década de
los setenta, la “manada” llegó a superar los 500 ejemplares, que se dispersaron
hasta por Ceuta, Baleares, Canarias, Guinea e incluso el Sahara.
Aquellos
primeros Toros eran ligeramente diferentes de los que hoy en día conocemos.
Tenían el cuerpo negro, los cuernos blancos, y en su cuerpo en grandes letras
rojas perfiladas en blanco resaltaba la leyenda “Veterano Osborne”, con una
copa de Brandy dibujada sobre la “N” de la palabra Veterano. En 1961, se
fabrica el primer Toro ya en chapa metálica. Desaparecen los cuernos blancos
para convertirse en negros como el resto de la silueta. La leyenda Veterano
sigue apareciendo en grandes letras rojas.
Esta
estructura está formada por sesenta chapas metálicas, de 190×90 cm,
desarrollando una superficie 150 metros cuadrados, alcanzando un peso de 4.000
kilos. Más de mil tornillos sujetos por dobles tuercas, cuatro torretas
metálicas apoyadas en sendas zapatas de seis metros cúbicos de hormigón, con un
peso total aproximado de 50 toneladas.
Los
retoques de la silueta original del Toro, que se hicieron posteriormente, por
comodidad del herrero, no fueron del agrado del artista portuense, que llegó a
manifestar en alguna ocasión: “Me están dejando el Toro hecho una cabra”,
motivo por el cual en algunas ocasiones le mandaba al herrero la silueta del
Toro cuadriculado para facilitarle la labor.
En
1988, y para salvar la ley de carreteras, Osborne retira cualquier tipo de
publicidad sobre la silueta, como anteriormente el mismo Manolo Prieto le había
sugerido a la empresa bodeguera, quedándose esta como la conocemos actualmente,
un toro negro y enorme.
En
el año 1994 el Ministerio de Transportes y Obras Públicas, de la mano del
entonces Ministro Josep Borrell, resolvió que los 97 toros debían desaparecer
del paisaje español junto con el resto de vallas publicitarias situadas en los
márgenes de las carreteras españolas para hacer cumplir la Ley de Carreteras de
1988 que ordenaba que se retirase la publicidad visible de las carreteras. Es
en este preciso momento cuando la silueta vive uno de sus momentos estelares y
donde pudo comprobarse su enorme popularidad. Se redactan manifiestos de apoyo
y se recogen firmas por parte de miles de ciudadanos anónimos pidiendo su
indulto. Escritores y columnistas, como Antonio Burgos, Francisco Umbral,
Andrés Aberasturi, Consuelo Álvarez de Toledo, Antonio Gala, Jaime Campmany,
Fernando García Tola, etc., escriben artículos sobre el asunto en los
principales diarios de tirada nacional pidiendo el indulto para la silueta,
incluso la polémica traspasa las fronteras nacionales y se escribe sobre el
asunto en periódicos internacionales. Artistas gráficos, como Martín Morales,
Mingote (emotiva viñeta la que realiza homenajeando a Manolo Prieto), Ricardo y
Nacho, Forges, dibujan viñetas en sus respectivos periódicos homenajeando al
toro y a la figura de Manolo Prieto.
Ese
mismo año, y tras la presión popular, el Parlamento indulta a la valla
publicitaria, diseñada por Manolo Prieto, en aplicación de la legislación del
patrimonio cultural artístico. “La significación artística y cultural del toro
de las carreteras y su integración en el paisaje español deben ser protegidas”,
reza la proposición aprobada por los diputados, quedando así excluida de las
restricciones impuestas por la Ley de Carreteras de 1988.
La
Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía va más allá, y en Diciembre de
1996 inscribe a la valla publicitaria en el Catálogo General del Patrimonio
Histórico Andaluz y en febrero de 1997 los 21 toros que descansan en tierras
andaluzas pasan a convertirse oficialmente en Monumento Histórico Andaluz,
garantizando así su supervivencia futura, siendo declarada la valla
publicitaria diseñada por Manolo Prieto como “un símbolo de España y, muy en
particular, de Andalucía”.
Sin
embargo, es en 1998 cuando el Tribunal Supremo indulta definitivamente la
silueta del toro en las carreteras ya que entiende que “ha dejado de ser el
emblema de una marca, para convertirse en algo decorativo, integrado en el
paisaje”.
Actualmente
quedan 91 toros en el territorio nacional, una obra de arte que ya pertenece
por derecho, no solo ya a la historia del diseño gráfico español, sino también
al propio pueblo español.
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