"Un gran vino
requiere de un loco para hacer crecer la vid, de un hombre sabio para velar por
ella, de un poeta lúcido para hacerlo, y de un amante para beberlo". (Salvador Dali).
La Vendimia. (Francisco de Goya).
El
vino más que una bebida es un vínculo con la tierra, con su eternidad y sus
elementos, es una puerta a un universo de aromas y sabores personales e
intangibles. El vino más que un estímulo para el cuerpo es un ánimo para el
alma. Durante estas fechas y a lo largo de toda la geografía española tienen
lugar numerosas fiestas cuyo eje principal es la vendimia. Cada pueblo las
lleva a cabo con un estilo propio. En determinados casos son fiestas sencillas,
en las que los lugareños agradecen las uvas recogidas, bendicen los frutos y
beben por el nuevo ciclo que renace. En otros, no obstante, llegan a ser el
acontecimiento más importante del año. Son el culmen del período de más trabajo
y mayores ganancias para una comarca vitivinícola, la recolección de las uvas.
Y es que desde que la viña despierta de su letargo invernal cuando llega la
primavera, hasta que los racimos de uvas están maduros para ser recogidos, de
día o de noche, todo puede ocurrir, tormentas, heladas, pedrisco, plagas.
Épocas de poco o mucho sol. Todas estas circunstancias que amenazan a las viñas
en el transcurso del año son motivo de preocupación y cuidado por parte de los
viticultores. Este gran cuidado se convierte en trabajo. Por eso cuando una cosecha
llega a buen fin, el colofón es la fiesta.
Si
los vinos notables deben ser un reflejo de la región de dónde vienen y si un
vino es con frecuencia un claro embajador del terruño que lo produce, pues
entonces las fiestas de la vendimia permiten vislumbrar la idiosincrasia de la
región, tanto en lo humano como en lo enológico. Nacieron como símbolo de la
alegría por el final de la cosecha. Y aunque el turismo las está globalizando,
lo cierto es que estas celebraciones se remontan a los tiempos en que el vino
era el puente entre dioses y hombres. El origen de las fiestas de la vendimia
está definido por la relación entre el ser humano y los dioses del mundo
antiguo, o lo que es lo mismo, las fuerzas de la naturaleza. El acuerdo entre
los dioses, así como su magnificencia, originaba el logro de alimento para el
cuerpo y también para el espíritu. De ahí el carácter religioso, en el sentido
más amplio de la expresión, de estas fiestas. Las investigaciones históricas
más antiguas de la celebración de estas fiestas datan del 1000 a.C. en el
Mediterráneo Oriental, concretamente en la región fenicia y el antiguo Israel.
Todo apunta que, en Canaán, Judea, al oriente del actual Líbano se conservan
hasta hoy los usos festivos de las vendimias más remotas. Otras celebraciones
consagradas al vino que se han conocido son del mundo antiguo grecorromano.
Hacia el año 900 a.C., en los tiempos de la Grecia clásica, los viticultores
helenos de renombre invitaban a los pueblos próximos cada año en la fiesta de
la vendimia, asunto que les producía poder y prestigio en la región.
Probablemente con prácticas importadas de Egipto, los griegos también fueron
culpables de difundir la viticultura por todo el Mediterráneo, llevando con
ello a sus colonias de la Península itálica, Francia e Hispania, sus hábitos
agrícolas, entre ellos el ritual de las fiestas de la vendimia. Esta fiesta
griega se caracterizaba por reunir a ricos y pobres en un holgorio que duraba
días, toda tarea política o militar quedaba cancelada y se exaltaba la inmensa
tradición agrícola que vinculaba al pueblo con sus raíces. Del mismo modo, se
agradecía la nueva cosecha, que restablecía el ciclo fantástico de unión entre
lo terrenal y lo sagrado, entre lo inmortal y lo transitorio, ya que el vino no
era sino el nexo de unión entre los hombres y los dioses. Sin embargo, el
concepto de las fiestas de la vendimia que tenemos hoy nos ha sido transmitido
por la Francia Republicana, la cual encumbraba las actividades de los hombres,
revalorizaba las costumbres agrarias e inspiraba la emancipación campesina
fuera del lamentable lastre que representaba la iglesia medieval.
La Vendimia. (Carlos Ayala).
El
fenómeno del turismo a pequeña, mediana y gran escala ha tenido sus
consecuencias en la ceremonia de las fiestas. Lo innegable es que realmente
todas las regiones vinícolas del mundo se han abierto al turismo, como una
forma de fomentar sus propias economías y de promocionar el vino que elaboran.
A las tradiciones antiguas se incorporan nuevos conceptos de servicios que
indagan en complacer las demandas de los turistas y hacer más atractiva su
estancia durante estas fechas. Se considera que actualmente el pisado de las
uvas, la consagración de los frutos y la investidura de las reinas bodegueras
son insuficientes. Hay que añadirles visitas a los viñedos en plena cosecha,
certámenes gastronómicos, concursos de vinos, conciertos musicales, teatro,
danza, exposiciones artísticas y todo aquello que nos vincule culturalmente al
vino y la viña.
Aunque
es un hecho que la globalización está ejerciendo su efecto en las fiestas de la
vendimia, vale la pena resaltar que esta invita a acciones innatas en la vida
de todos los seres humanos, como son dar gracias por un ciclo que finaliza y
brindar por el que viene. En esta época de celeridad y apariencias, resulta
adecuado no olvidar nuestra unión con la tierra. Más conveniente aún es
exaltarla.
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