“Purifica
tu corazón antes de permitir que el amor se asiente en él, ya que la miel más
dulce se agria en un vaso sucio”. (Pitágoras).
La
hidromiel es la bebida alcohólica más antigua de la humanidad, con una
concentración que varía del 4 % al 18 % y que se obtiene a partir de la
fermentación de una mezcla de agua y miel.
La
mayoría de los antropólogos coinciden en que ésta bebida pudo descubrirse mucho
antes de las primeras pruebas de su consumo, y sin duda mucho antes de
descubrir otras bebidas alcohólicas. Sus
orígenes se pierden en los albores de los tiempos y ha sido consumida por todo
el mundo antiguo, en los cuatro continentes habitados, por todas las
civilizaciones antiguas: África por distintas tribus, Ásia por la hindú,
América por la maya y toda Europa como la griega, romana, celta, normanda,
sajona y vikinga. Los vestigios más antiguos de consumo de hidromiel se han
encontrado en una vasija de barro que contenía una mezcla de hidromiel con
arroz y frutas en China, datados en el 7.000 a.C. Su referencia escrita más
antigua conocida es en los versos del Rig Vedá (1700-1100 a. C.), uno de los
libros sagrados del vedismo (religión anterior al hinduismo).
Era
la bebida preferida de los griegos y el mismísimo Aristóteles habla de los pros
y contras de su consumo. En la medicina hipocrática, por ejemplo, ya se
aplicaban remedios relacionados con el hidromiel y cumplía una función
beneficiosa para la salud purificando el cuerpo. Recibía el nombre de
melikraton y su consumo estaba muy extendido, incluso Julio César hizo del
hidromiel su bebida predilecta, a la que los latinos denominaban agua mulsum
(aunque esta versión era más bien vino de uva endulzado, ya que imitaban esta
costumbre con un vino de uvas agregándole miel para darle un sabor más
acaramelado, considerándola popularmente como bebida de dioses). Según Plinio,
la primera receta para la fabricación del hidromiel fue dada por Aristeo, rey
de Arcadia.
Cuerna para servir y beber hidromiel.
Otras
antiguas civilizaciones (celtas, sajones, normandos, íberos, teutones,) también
le otorgaron propiedades energéticas, digestivas y relajantes, y en algunas
culturas era una bebida reservada a los héroes, heroínas y escogidos. Así,
muchos pueblos tenían un momento mágico reservado para esta bebida, consumida
en celebraciones religiosas y paganas, formando parte de sus tradiciones y de
su mitología, sobre todo germánicos, escandinavos y celtas. Los bardos
recitaban sobre las bondades del hidromiel en muchos cantares épicos nórdicos y
anglosajones, y también es bien sabido su ingente consumo en fiestas y las
reuniones de los guerreros en el salón de hidromiel, banquete que continuarían
en el paraíso del Valhalla donde beberán hidromiel, ofrecida por las valkirias,
durante toda la eternidad. Según la mitología nórdica, el hidromiel es el único
alimento del dios Odín. La importancia de esta bebida para los vikingos se debe
a la gran diversidad de fabricación en su bebida. Todas las creencias estaban
de acuerdo en que el hidromiel es una bebida de los dioses. Relatan las
historias que producía una especie de éxtasis y de ahí su sobrenombre “néctar
divino”.
Odin
Se
le concede, además, propiedades medicinales y mágicas. Por ejemplo, en el siglo
XVI, según la tradición teutónica, las parejas recién casadas que quisieran
tener un varón y favorecer la unión, debían beber hidromiel durante todo el mes
lunar siguiente a su boda, celebrada a su vez en luna llena, ya que el
contenido de azúcares puede lograr la alteración del pH del cuerpo, pues es
conocido que la alcalinidad o acidez del cuerpo femenino durante la concepción
puede influir sobre el sexo del nuevo ser. De aquí proviene la expresión actual
de “luna de miel”. También
es conocida como bebida del amor, por considerarle propiedades afrodisiacas,
entre otras.
A
pesar de su fama casi mítica, en los últimos mil años prácticamente se dejó de
consumir hidromiel. El coste altísimo de la materia prima (la miel) y la
popularización de la cerveza, sobre todo, hicieron que esta bebida volviese a
ser un producto exclusivo consumido solamente por la realeza y las clases más
altas. De hecho a la reina Isabel de Inglaterra le gustaba mucho, y tenía una
receta propia. Por fortuna, recientemente la tendencia se ha invertido y en los
últimos años el hidromiel ha experimentado un nuevo auge y se está
reinventando, siempre bebiendo, claro, de la tradición. Hasta aquí nuestro
pequeño viaje por la historia del hidromiel.
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