De mi caballo aprendí que la fuerza se complementa con la nobleza y la lealtad. (Gabriel Oliverio ).
Se trata de un festejo único en el mundo que se celebra los primeros días de mayo en Caravaca de la Cruz. Una fiesta que combina el arte, la competición, la tradición, la convivencia, la historia y el amor por los caballos. Una fiesta que, todo aquel que la conoce, la vive con intensidad y jamás la olvidará.

La leyenda dice que, en el siglo XIII, los templarios estaban sitiados en el castillo por los musulmanes y el agua de los aljibes de la fortaleza se pudrió. Un grupo de templarios logró salir y fue a buscar agua a los manantiales, pero estos habían sido envenenados por los sitiadores. Solo encontraron vino, por lo que cargaron con él varios odres que llevaron en los caballos. Al volver a la fortaleza, tras atravesar de nuevo con éxito las líneas enemigas, bendijeron el vino con la Vera Cruz y se lo dieron a los enfermos, que sanaron, y esparcieron parte del vino por los aljibes, que quedaron purificados. De esta forma pudieron resistir en el sitio, retirándose finalmente las huestes musulmanas. Esta tradición, conocida como los Caballos del Vino, se rememora cada 2 de mayo, cuando las peñas caballistas caravaqueñas engalanan un caballo y eligen a cuatro representantes para correr una carrera en la cuesta de acceso al Santuario de la Vera Cruz.
Castillo de Caravaca.
Los documentos más antiguos
están fechados en 1765, y detallan los gastos del caballo que anualmente
preparaba la orden de Santiago, describiendo también su enjaezamiento: “un
repostero de paño azul con su fleco y armas reales que se pone sobre la carga
de vino, que sube al castillo para el baño de la Santa Cruz. Una bandera de
raso liso encarnado con tres orlas y galón de oro al canto, en que esta figura
de raso liso blanco por los dos lados la santísima Cruz para adorno del caballo
cuando sube dicha carga de vino según costumbre”.
Caballeros templarios.
Esta fiesta muestra su origen
con la ceremonia de la bendición del vino y las flores por la santísima y vera
cruz de Caravaca. Las primeras referencias documentales aparecen en el siglo
XVII. Desde entonces, han sido evolucionado, hasta mostrarse en la actualidad
como un triple concurso repleto de fuerza, belleza y emoción: el de caballo a
pelo, donde se valorara la figura y el porte del animal; el de enjaezamiento,
que premia la belleza y calidad de las piezas y su adecuación al caballo que lo
porta; y el de carrera, donde destreza y velocidad se enfrentan al implacable
veredicto de cronómetro. El aspecto diferencial de los caballos del vino es su
enjaezamiento, integrando por múltiples piezas bordadas con seda, pedrería y
canutillo de oro y plata, elaboradas a mediada para cada caballo, que se
renuevan cada año, y cuyo merito será, además de su propia belleza y
complejidad, que luzcan perfectas en el animal.




No hay comentarios:
Publicar un comentario