“Después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fuesen. Después del segundo, uno ve las cosas que no existen. Finalmente, uno acaba viendo las cosas tal y como son, y eso es lo más horrible que puede ocurrir”. (Oscar Wilde).
Absenta Berthelot. Henri Thiriet.
El licor de ajenjo, conocido principalmente como absenta, destacó como una de las bebidas más emblemáticas y estimulantes del ambiente bohemio en la Francia del siglo XIX. Su renombre se atribuye en gran medida a las obras artísticas que exaltaron los misterios de la "hada verde", creadas por reconocidos pintores, escritores y poetas como Van Gogh, Manet, Picasso, Baudelaire, Rimbaud, Verlaine y Wilde, entre otros muchos.
Desde tiempos remotos, los antiguos egipcios otorgaron un lugar destacado en sus ceremonias litúrgicas al ajenjo, cuya presencia se manifestaba en las procesiones de los sacerdotes de la diosa Isis portando sus ramas. Inicialmente empleado como tónico y más tarde como bebida alcohólica, fue en 1792 cuando el médico Pierre Ordinaire desarrolló un licor innovador, que no tardó en asociarse con lo mágico, lo mítico y una sensualidad femenina enigmática.
Para 1805, Henri-Louis Pernod fundó una de las primeras destilerías dedicadas a la absenta, Pernod-Fils, en la ciudad de Pontarlier, Francia, cimentando la controvertida reputación que ese licor ganaría entre los célebres poetas malditos. No en vano, se comenta que el fatídico incidente en el que Rimbaud disparó a su íntimo amigo y amante Verlaine, hiriéndole en la mano, estuvo influenciado por la absenta. Otro episodio notorio recae sobre Van Gogh, cuyo desequilibrio lo llevó a cortar su propia oreja y ofrecérsela a una trabajadora sexual; según rumores, este acto extremo también habría estado ligado al abuso del destilado que algunos denominaban "la cocaína del siglo XIX".
Pernod-Fils de las primeras destilerías en Pontarlier.
Desde una perspectiva química, los principios activos del ajenjo, entre los que se incluyen un aceite esencial, una sustancia resinosa y otra azucarada, han sido utilizados como remedios estomacales y agentes estimulantes. La absenta, elaborada a partir de esta planta, adquirió gran relevancia en el mercado tras ser empleada con éxito durante la campaña militar francesa en Argelia entre 1844 y 1847. Las tropas francesas, al regresar del frente, llevaron consigo una inclinación hacia esta singular bebida, la cual comenzó a ganar popularidad en diversos establecimientos de la vida parisina.
Según datos documentados el consumo de este licor en Francia ascendió a 700,000 litros en el año 1874; sin embargo, esta cifra experimentó un crecimiento exponencial, alcanzando los 36 millones de litros anuales para 1910. Asimismo, la absenta cruzó el Atlántico hasta Nueva Orleans, un epicentro del jazz emergente, donde rápidamente fue aceptada y disfrutada como una bebida icónica dentro de la cultura local.
A pesar de su popularidad, su estatus como placer legal tuvo una duración efímera. En 1912, las autoridades sanitarias de los Estados Unidos prohibieron su consumo debido a preocupaciones sobre sus potenciales efectos negativos. Para 1918, se tiene constancia de un evento peculiar en The Old Absinthe House, un emblemático enclave del antiguo barrio francés de Nueva Orleans. Allí, el ocultista británico Aleister Crowley encontró inspiración para componer un ensayo lírico titulado "Absenta. La diosa verde", una obra en la que atribuye a esta bebida propiedades evocadoras y místicas.
La casa de la absenta en el barrio francés de Nueva Orleans.
Además de Estados Unidos, la prohibición también se instauró en países como Holanda, Bélgica, Brasil y otros. Tras un largo y nutrido debate, en 1915 Francia fue el último país en vetar su consumo. Sin embargo, su ingestión continuó de forma clandestina, incluso ocultándose en productos como tónicos para el cabello, hasta comienzos de la década de 1930. Curiosamente, nunca fue ilegal fabricar, vender o consumir absenta en España y el Reino Unido.
Los detractores de esta bebida sostenían que el licor elaborado a base de ajenjo generaba un pernicioso hábito, especialmente en personas con temperamentos irritables. Según afirmaban, su consumo provocaba dolores de cabeza, mareos, ceguera y estados alucinatorios, que inevitablemente podían conducir a la locura e incluso la muerte.
Desde hace algún tiempo, han surgido numerosas marcas de absenta, como la española Mari Mayans, que comercializan este licor con la intención de revivir el símbolo de una época bohemia, perdida entre los llamativos vuelos del can-can y los rostros incrédulos que marcaron la vida artística en Francia hacia finales del siglo XIX y principios del XX. Para contrarrestar la mala reputación que esta bebida llegó a tener, conocida por regalar delicadas notas de anís a los paladares más aventureros, sus productores argumentan que, en gran medida, los daños a la salud registrados en el pasado estaban asociados a la baja calidad del alcohol empleado en su elaboración y, por supuesto, a las altas dosis consumidas.
Absenta española Mari Mayans.
Asociados con círculos marginales, los pintores Édouard Manet y Edgar Degas crearon obras que rinden homenaje a la bebida caracterizada por su distintivo tono verde esmeralda. En 1859, Manet presentó la pintura titulada *The Absinthe Drinker*, que retrata a un vagabundo entregado a la embriaguez de la absenta. Por su parte, en 1876, Degas plasmó en *L’Absinthe* la imagen de una pareja desaliñada, cuya actitud refleja hastío y melancolía, mientras se encuentran sentados en una cafetería francesa frente a dos copas de la amarga bebida.
El bebedor de absenta. Edouard Manet.
Toulouse-Lautrec, Paul Gauguin, Víctor Hugo, así como Hemingway e incluso Rubén Darío, fueron víctimas de los efectos devastadores del absenta. Este licor, elaborado a partir del ajenjo, no solo destaca por sus propiedades estimulantes, sino también por el encanto de su preparación. Los amantes de esta bebida siguen un ritual casi alquímico: primero se sirve una medida del líquido de tono esmeralda en un vaso alto. Luego, colocan un terrón de azúcar sobre una cucharilla de plata y lentamente vierten agua fría sobre el azúcar, permitiendo que se disuelva poco a poco. El resultado final es una bebida de suave tonalidad verde claro y un aroma inconfundible que la hace única.
Ritual de preparación.
Según las palabras atribuidas a Oscar Wilde, el consumo de absenta transita por tres etapas bien definidas. En la primera, su efecto es similar al de cualquier otro tipo de alcohol, un estado ordinario y esperado. La segunda etapa, sin embargo, es más perturbadora: aparecen monstruos y visiones crueles. Pero si se logra persistir y avanzar, se alcanza una tercera y fascinante fase en la que se comienzan a percibir maravillas, curiosidades asombrosas que reflejan los deseos más profundos.
Dotada de un aura mística y un potente efecto estimulante, no sorprende que la absenta haya servido como musa para muchos artistas en su búsqueda de inspiración creativa. No es casualidad que en el cuadro titulado *The Green Muse* (1895), del pintor Albert Maignan, se represente a una figura femenina envuelta en un etéreo vestido de gasa, posicionando sus manos sobre la cabeza de un hombre visiblemente atormentado.
La musa verde. Albert Maignan.
Como toda promesa embriagadora, la absenta posee esa cualidad camaleónica que la convierte indistintamente en el paraíso supremo o en el más abrasador de los infiernos para quienes la experimentan.
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