“Después que me fui haciendo vieja, no sé mejor oficio a la mesa que escanciar, porque quien la miel trata siempre se le pega de ella”. (La Celestina).
La comida y el vino en *La Celestina* adquieren un marcado simbolismo a lo largo de la obra. El vino, en particular, llega a cobrar un rol casi protagónico en ciertos pasajes, como durante el banquete en la residencia de Celestina. Además, este elemento contribuye significativamente a delinear la personalidad de la alcahueta, quien incluso desarrolla un extenso monólogo exaltando las virtudes y placeres que el vino puede brindar.
En la obra, a Celestina le atrae el vino, pero más allá de este gusto personal, el autor emplea el vino como un elemento cargado de simbolismo, particularmente en la escena donde Celestina busca manipular a los criados. En este contexto, ella organiza una especie de banquete hedonista que combina comida, vino y sexo, con el propósito de distraerles y evitar que reclamen el oro prometido por sus servicios. En esta celebración, el vino trasciende su naturaleza material para convertirse en un símbolo de los placeres efímeros de la vida y su inevitable transitoriedad. Ideas fundamentales como el "carpe diem" y el "tempus fugit" quedan magistralmente plasmadas en el soliloquio de Celestina, destacando la fragilidad y velocidad con la que el tiempo se escurre, así como la necesidad de disfrutar el presente.
Famoso es el célebre monólogo de Celestina que tiene lugar en el Auto IX, durante una escena en la que Pármeno y Sempronio, los sirvientes de Calisto, se hallan en la casa de la vieja alcahueta, compartiendo mesa con Areúsa y Elicia, quienes además de ser pupilas de Celestina son amantes de los criados. El ambiente está cargado de un aire festivo y sensual, pero también se perciben tensiones entre los personajes, mientras que en sus corazones ya germinan, ocultas y latentes, la avaricia y la traición. En medio de este escenario de juventud y desenfreno, se destaca Celestina, quien, sintiéndose sola y envejecida, aprovecha el momento para iniciar un ingenioso elogio hacia las virtudes del vino, dejando tras de sí palabras que no tienen desperdicio.
La Celestina. Pablo Ruiz Picasso.
CELESTINA: Asentaos vosotros, mis hijos, que harto lugar hay para todos, a Dios gracias; tanto nos diesen del paraíso cuanto allá vamos. Poneos en orden, cada uno cabe la suya; yo, que estoy sola, porné cabe mí este jarro y taza, que no es más mi vida que de cuanto con ello hablo. Después que me fui haciendo vieja, no sé mejor oficio a la mesa que escanciar, porque "quien la miel trata, siempre se le pega de ella". Pues de noche en invierno no hay tal escalentador de cama. Que con dos jarrillos de éstos que beba, cuando me quiero acostar, no siento frío en toda la noche. De esto aforro todos mis vestidos, cuando viene la Navidad; esto me calienta la sangre; esto me sostiene continuo en un ser; esto me hace andar siempre alegre; esto me para fresca; de esto vea yo sobrado en casa, que nunca temeré el mal año. Que un cortezón de pan ratonado me basta para tres días: esto quita la tristeza del corazón, más que el oro ni el coral; esto da esfuerzo al mozo y al viejo fuerza, pone color al descolorido, coraje al cobarde, al flojo diligencia, conforta los celebros, saca el frío del estómago, quita el hedor del anélito, hace potentes los fríos, hace sufrir los afanes de las labranzas; a los cansados segadores hace sudar toda agua mala, sana el romadizo y las muelas, sostiene sin heder en la mar, lo cual no hace el agua. Más propiedades te diría de ello, que todos tenéis cabellos. Así que no sé quién no se goce en mentarlo. No tiene sino una tacha, que lo bueno vale caro y lo malo hace daño. Así que con lo que sana el hígado enferma la bolsa. Pero todavía con mi fatiga busco lo mejor, para eso poco que bebo; una sola docena de veces a cada comida. No me pasar de allí, salvo si no soy convidada como agora.
PÁRMENO: Madre, pues tres veces dicen que es bueno y honesto todos los que escribieron.
CELESTINA: Hijos, estará corrupta la letra, por trece tres.


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